1 En China: tercer día

En las afueras de Beijing, se encontraba nuestra siguiente parada:  la Gran Muralla (長城).  La llegada hasta ese lugar dura aproximadamente una hora y por eso es necesario salir un poco más temprano para cumplir con el itinerario; el paso Juyongguan (居庸关) es en donde se inicia el ascenso; hacia el oriente se encuentra un recorrido leve e ideal para aquellos que no quieran exigirse tanto, mientras que hacia el occidente está un camino mucho más escarpado; de este último me ocuparé pues finalmente fue el trazado escogido para subir.  Es natural sorprenderse con la majestuosidad de esta obra y aunque desde mi ubicación podía apreciar unos cuantos kilómetros de esta maravilla, debo recordar que es una obra que abarca más de 6.000 kilómetros de longitud, con muchos años de construcción y con el sacrificio de millones de trabajadores que dieron su vida para fortificar las defensas del imperio.

Ver mapa más grande - El Paso Juyongguan en la Gran Muralla

Los escalones cortos desafían la condición de cualquier rodilla y la concentración debe ser total para evitar sorpresas desagradables de un mal paso, además del calor extremo debido a la estación del año (septiembre, saliendo de verano) pone a prueba el estado físico en una subida inclinada, digna de una tortura.  Los lugareños parecen no tener tanto problema, siendo para ellos un ejercicio más en su rutina de cuidado personal; sin camisas y a buen ritmo dejan atrás a los turistas y solo se les vuelve a ver cuando descienden, luego de haber coronado algún punto más alto; su curioso método de bajar, con el cuerpo hacia atrás y pegados de los pasamanos sirve para tener un mejor agarre y cuidar las articulaciones de la pierna.  La vista desde arriba hace olvidar por un momento el gran esfuerzo de la caminata, varios kilómetros a la redonda muestran un paisaje montañoso, en el cual serpentea la muralla cual dragón ascendente entre la tierra y el cielo; el descenso, más complicado que el ascenso, pone marcha final a esta agotadora pero enriquecedora experiencia.

Impresionante vista desde la Gran Muralla - Beijing, China.

Llega el tiempo de otra visita a una tienda, cuya especialidad es el cloissoné, arte de decorar objetos con esmalte, una técnica de mucha paciencia y con varios siglos de perfeccionamiento.  Hora del almuerzo en un estilo oriental, un círculo central que gira y en el cual van poniendo los platos que componen la comida, mientras que los comensales se sirven de ellos con palillos, se abre con el té y se finaliza con una fruta.

En la tarde, el plan era recorrer los hutong (胡同), calles estrechas por las que apenas caben los triciclos con los cuales se realizan las visitas; baños comunes y casas de un estilo clásico, con varias habitaciones, muchas veces compartidas con algunas familias; los residentes son amables y para ellos es un gusto que los turistas conozcan su forma de vida.

Los habitantes del lugar juegan mientras los turistas pasean por sus casas - Hutong, Beijing, China. 

En la noche se realiza la cena formal con los representantes de la Asociación de la Amistad del pueblo chino con el extranjero, el plato principal es el “pato laqueado de Pekín” (北京烤鸭); luego de un intercambio de regalos y de algunas palabras acerca de la importancia de las relaciones de la República Popular con otros países, se procedió a degustar la especialidad de la casa:  la carne del pato, previamente preparada, se corta en pequeñas rebanadas y se arma junto a una especie de cebolla larga, otros vegetales y una salsa, en una tortilla, a la que se le agrega un poco de azúcar, lo que resulta en un sabor nuevo para el paladar; el servicio del lugar es tan bueno, que como recordatorio incluyen una postal con un número que certifica que usted comió pato allí.  Luego de departir con los anfitriones, finalizó este día del viaje.

Así se prepara el pato laqueado - Beijing, China.

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