1 Una crónica sobre el viaje

Luego de haber regresado de mi viaje por China y después de conocer algunos aspectos de su cultura, lugares y habitantes, quise escribir un texto que sirviera de referencia, para que quienes lo leyeran tuvieran un acercamiento a ese país, que muchas veces por su lejanía es desconocido para mucha gente occidental. 

Logré que lo publicaran en la separata cultural del periódico El Colombiano, que circula los domingos, la Revista Generación.  La condición era que no sobrepasara los 5.000 caracteres (sin contar los espacios); pero sin tener presente el número empecé a escribir animadamente y luego de editarlo, la redacción alcanzó casi 7.000 caracteres.

La versión impresa del texto en la Revista Generación

El texto fue publicado el 24 de octubre de 2010, con el título "China, equilibrio perfecto de tradición y modernidad", y es el siguiente:

Una mañana, al revisar el correo electrónico, había una convocatoria para una charla informativa sobre una “misión cultural a China”. Se aceptó la cita, con el fin de estar al tanto de las posibilidades que ofrecían para el viaje y por qué no, tener la idea de emprender la travesía a un lugar tan distante y con una cultura poco conocida. Luego de la reunión, germinó rápidamente la semilla de emprender esta aventura, una oportunidad para aprovechar. 

Tres meses pasaron entre el correo y la fecha destinada para el vuelo; los trámites necesarios para la obtención de la visa, el pago de los tiquetes, la recaudación del dinero para la porción terrestre, las tertulias académicas con algo de historia y de la situación actual de la República Popular de China e incluso, la ansiedad por el desenvolvimiento de esta misión. Había llegado el día esperado, pero primero era necesario recorrer medio mundo y soportar más de 15.000 kilómetros entre Medellín, Bogotá, Nueva York (pernoctando en las dos últimas) y Beijing, destino final; casi 20 horas de vuelo, distribuidas en tres días y algo más. Esto incluyó la posibilidad de volar sobre Groenlandia, bordear el polo norte hacia el este y descender sobre Rusia hacia China, lo cual hizo más llevadero el vuelo. 

Luego de superar la descompensación de 13 horas de adelanto respecto a Colombia y la fatiga producida por el vuelo, inició el programa establecido. En Beijing y sus grandes avenidas, se destacan los carriles para bicicletas y motos, con separadores y zonas públicas -parques-, enmarcadas por un paisajismo que atrae a los habitantes para realizar actividades al aire libre, como baile, ejercicio, pesca o un paseo con el perro. Esta metrópoli tiene la Ciudad Prohibida como eje central, su palacio imperial y sede del gobierno hasta principios del siglo XX, declarada patrimonio histórico de la humanidad con un gran número de construcciones y detalles arquitectónicos de todo tipo y colores vibrantes. Cerca de allí está la Plaza Tian’anmen, famosa por la imagen de un anónimo que en 1989 paralizó la marcha de los tanques, cuando antepuso su propio cuerpo como barrera y también porque allí está el Mausoleo de Mao Zedong, donde muchos presentan sus respetos a este personaje histórico, aún reverenciado por un gran porcentaje de chinos, porque impulsó su sociedad, a pesar de los errores que cometió. El Palacio de Verano y la historia de la emperatriz que cogobernaba junto a su sobrino emperador, aunque ella era el verdadero poder detrás del trono. El recorrido continúa con el ascenso a la Gran Muralla China por el rumbo más escarpado, aquel que obligaba a los antiguos soldados a no dormirse para evitar caídas con finales dramáticos; una vista desde uno de los puntos más altos, desde donde se aprecia esta maravilla como un dragón infinito que serpentea entre las montañas cercanas a la gran ciudad. La ruta continúa por los Hutongs, los callejones de los barrios antiguos de Beijing, pasadizos estrechos con viejas casas que conservan la tradicional arquitectura de baños comunes y patios centrales. El paso de los vestigios de la clásica capital a los escenarios nuevos, como la zona olímpica con sus estadios de ensueño, como el “Nido del Pájaro” y el “Cubo de agua”, muestras de cómo los locales son capaces de mantener sus tradiciones mientras avanzan hacia el futuro. 

En Xi’an, los anfitriones son los guerreros de terracota, un ejército funerario y el recordatorio de lo que es capaz de hacer el poder sumado a las ideas estrafalarias; sólo una pequeña parte ha sido desenterrada y recuperada, el resto, incluyendo la tumba del emperador, por motivos de seguridad, no se ha recuperado; el pequeño porcentaje de figuras que se aprecia es suficiente para vislumbrar la magnitud de la obra, de la paciencia y dedicación hacia la misma; luego de 2.000 años, los soldados siguen sirviendo a los propósitos del emperador: vigilar su tumba y trabajar por China, fortaleciendo el turismo y dejando ganancias para quienes viven de esta actividad. Esta ciudad también tiene otras atracciones, el recorrido por la muralla que separa la parte antigua de la nueva, en un perímetro de 14 kilómetros; el aprendizaje de la cultura musulmana y su integración con aspectos chinos; ver de cerca una pagoda de medidas descomunales como la “Gran Oca” y las joyas hechas con el jade. 

En cuanto a Hangzhou, la ciudad que Marco Polo describió como la más hermosa y magnífica en el mundo. Es una localidad que integra de manera armónica la naturaleza y su urbe, a modo de jardín botánico, con su lago Oeste como centro, sus casas de té como especialidad y el Templo de las Almas escondidas, con sus cientos de Budas tallados en piedra o sus estatuas representando actitudes únicas. La Pagoda de las seis armonías, su estructura de siete pisos que aparenta 13, sus jardines de pintura con bonsáis de ensueño, su colina y las decenas de maquetas que representan los templos y pagodas más famosas en China. Todas éstas son atracciones dignas de visitarlas para acercarse un poco más a la forma de vivir de sus habitantes. 

De Shanghai, sólo admiración y el recuerdo de una capital que se proyecta hacia el futuro bajo el lema “Mejor ciudad, mejor vida”, el mismo de la Expo Mundial que alberga y en la cual miles de personas están dispuestas a esperar durante horas para ingresar a los distintos pabellones -éstos tienen diseños irrepetibles que conforman esta reunión de países-. Zonas que hace 20 años eran tierras cultivables, ahora emergen como distritos financieros, tan poderosos como los cimientos de los grandes rascacielos que se elevan entre sus nubes; que de noche en un recorrido en barco muestran grandes pantallas publicitarias iluminando todo a su alrededor en un juego de luces y fantasía. Un emporio que reúne los viejos recuerdos de aquel puerto de intercambio de mercancías, donde se preserva parte de su memoria cultural y herencia arquitectónica, a la vez que evoluciona con construcciones ultramodernas. Una locomotora que no para y a bordo, sus 18 millones o más de “pasajeros” en un día a día frenético en sus labores, sus creencias tradicionales, su comercio y legado. 


Rascacielos de Shanghai, desde el Malecón.


Vino luego Guilin, un ejemplo de que con poco se puede hacer mucho; un centro urbano que se destaca por su vocación “ecoturística” y los paseos en bote por el río Li, a través de innumerables montañas con caprichosas e imaginativas formas, que van desde orejas de gato hasta la que es una trompa de elefante. La Cueva de la Flauta de Caña y sus luces, con estalactitas y estalagmitas que imitan ciempiés, dragones, hongos y leones. Un recorrido nocturno por su sistema fluvial, bajo sus puentes y edificios iluminados, dejaba ver también la pesca con pájaros cormoranes, amaestrados y que, con un anillo en el cuello, no pueden tragar peces grandes, los cuales se vuelven el sustento del pescador. Los grandes campos de arroz, a menos de 500 kilómetros de Vietnam, entre sencillas casas y campesinos, enseñaron que, a pesar de ser actualmente la segunda potencia mundial, todavía tiene un gran porcentaje de habitantes que viven ruralmente en condiciones humildes, enmarcados en una escena de la “China profunda”. 

Botes en el río Li, Guilin.

Colina de la Trompa de Elefante, Guilin.

Pagoda en Guilin, cerca al sistema fluvial.













En Guangzhou o “Cantón”, se aprecia una ciudad de carácter comercial y que alberga los Juegos Asiáticos. Cuenta con casas de familia tradicionales, como la Chen, de arquitectura basada en los detalles y con tiendas a manera de museos por su rica variedad de obras. El Río de la Perla atraviesa la urbe, con su nueva y moderna torre de televisión que toca al cielo con sus 600 metros y con infraestructuras concebidas para potenciarla aun más. 


Torre de Televisión en Guangzhou (600 mts).


Ya en el último destino, Hong Kong, la ciudad que fue dominada mucho tiempo por los ingleses, con marcadas diferencias entre sus altos edificios en la isla y las zonas hacinadas donde vive gran parte de la población en la península. Tiene estrictas multas para castigar actos inapropiados y un espectáculo nocturno de láseres y música. Se destacan sus grandes puentes, sus puertos e inimaginables números de contenedores llenos de mercancías, su zona de 230 islas y sus apartamentos de 25 pisos sin ascensor que, comentaban con humor los lugareños, servía para ejercitar la memoria pues nadie iba a dejar algo olvidado para tener que devolverse por las escalas. 


Vista de los rascacielos en Hong Kong.


La travesía de 21 días termina, pero la ansiedad por llegar a casa a contarle a la familia y a los amigos las experiencias enriquecedoras y magníficas vividas, los elementos aprendidos, su cultura, historia, comidas y la buena acogida de las personas con quienes se trató, apenas comienza. 

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1 comentario:

Guillermo Alberto dijo...

1064 fotografías, un poco más de 16000 palabras y 76000 caracteres; todo resumido en http://t.co/mExP7wo crónica sobre el viaje a #China